Hoy, hace un año, a esta hora, estaba con tu papá en la sala de espera de una clínica al norte de Bogotá. Tu mamá, aún contigo adentro de su vientre, aguardaba adentro, ansiosa esperando a que los médicos le dijeran si había llegado el momento de que conocieras el mundo. La noche era fría…
No escuchaste mis aullidos. Eran fuertes mis aullidos. Como de loba en pena, eran mis aullidos. Y aunque mi garganta diera todo de sí, No escuchaste mis aullidos.
Es el síndrome del domingo, no te comas la cabeza.
Historias de viejas empoderadas, monólogos de libre sexualidad, maternidades imperfectas y personajes que rompen los estereotipos.
El coqueteo virtual a través de una pantalla trajo consigo nuevos códigos que aún no terminan por esclarecerse. Un like, dos likes, un guiño, un corazoncito. ¿Qué me quieres decir?
Hoy cumplo un mes de haber vuelto a mí, después de más de 15 años cargando el peso de los estereotipos culturales propios de las sociedades superficiales y machistas. Hoy sin-teticas me siento libre, más sana, más bella y más perfectamente imperfecta que nunca.
Las luces de navidad me ponen en modo festivo, algo parecido a cuando salgo de compras, por alguna razón me dan ganas de salir de fiesta. El conflicto está en que ya no sé cómo salir a rumbear.
Llegué a los 39 y cumplirlos me ha pegado un poco más fuerte que en años anteriores, así que este artículo no va por el lado de «me siento más joven que nunca» y “los 40 son los nuevos 30”.
El tapabocas llegó para quedarse, he aquí 5 razones por las que puede convertirlo en su mejor amigo.
Mientras deambulaba en ese monstruo mercantil caí en cuenta de una cosa, y es que esta vez pude hacer algo un poco bizarro pero reconfortante: hablar sola bajo el manto del tapabocas sin que nadie se diera cuenta ¡ni siquiera yo misma!